Mas he aquí,
escuchadme y sabed que con la ayuda del omnipotente Creador del cielo y de la
tierra, puedo hablaros tocante a vuestros pensamientos, cómo es que ya empezáis a obrar en el pecado,
pecado que para mí es muy abominable, sí, y abominable para Dios.
Sí, contrista mi
alma, y me hace encoger de vergüenza ante la presencia de mi Hacedor, el tener
que testificaros concerniente a la maldad de vuestros corazones.
Y también me apena
tener que ser tan audaz en mis palabras relativas a vosotros, delante de
vuestras esposas e hijos, muchos de los cuales son de sentimientos sumamente
tiernos, castos y delicados ante Dios, cosa que agrada a Dios;
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