viernes, 2 de noviembre de 2012

PORQUE EL SEÑOR DIOS ME AYUDARA.

Entregué mis espaldas al  heridor, y mis mejillas a los que arrancaban la barba. No escondí mi rostro de la humillación ni del esputo.

Porque el Señor Dios me ayudará, de modo que no seré confundido. Por eso he puesto mi rostro como pedernal, y sé que no seré avergonzado.
Y el Señor está cerca, y me justifica. ¿Quién contenderá conmigo? Presentémonos juntos. ¿Quién es mi adversario? Acérquese a mí, y yo lo heriré con la fuerza de mi boca.
Porque el Señor Dios me ayudará. Y todos los que me  condenen, he aquí, todos envejecerán como ropa de vestir, y la polilla se los comerá.
¿Quién hay entre vosotros que teme al Señor, que obedece la  voz de su siervo, que anda en tinieblas y carece de luz?
He aquí, todos vosotros que encendéis fuego, que os rodeáis de centellas, andad a la luz de vuestro  fuego y de las centellas que encendisteis. Esto os vendrá de mi mano: en angustia yaceréis.

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