Nadie
tiene que irse al infierno por los pecados y maldades cometidos en esta vida si
los confiesa, se arrepiente y pide el perdón de Jesús. Dios no se enoja tanto
con el pecador por incumplir las reglas, pues Él sabe que el pecador es pecador
y que no las puede obedecer. Pero sí se enoja cuando rechazan el regalo de Su
amor y Su Salvación. El mayor pecado es que a uno le ofrezcan el amor de Dios y
lo rechace. (Jn.3:19)
Todo
pecado, toda culpa, pueden ser perdonados por el Señor, menos uno. El único
pecado imperdonable, el único pecado que el Señor no perdona ni puede perdonar
a nadie es el de rechazar Su amor y Su Salvación manifestados por el tierno
amor del Espíritu Santo. Jesús mismo dijo que ese pecado no sería perdonado,
¡ni en este siglo ni en el venidero! (Mat.12:31,32)
El
Diablo tienta a la gente a que se resista al Señor, diciéndole: «¡Haz lo que te
dé la gana! Tú eres el amo de tu alma, el árbitro de tu destino. ¡Aunque tengas
la frente herida, manténla erguida!» ¡Esa es la horrible imagen del pecador que
desafía a Dios! La bella imagen del santo es mucho mejor, la del pecador
arrepentido, que de rodillas, dice: «¡Señor, ten misericordia de mí, pecador!»
(Luc.18:9-14) ¿Cuál de ellos eres tú?
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