Algunos de los ejemplos más
sublimes del amor del Señor están registrados en el Libro de Mormón.
La
mayoría de los cristianos conoce los atributos de Jesucristo según se declaran
en la Biblia. Se maravillan ante el amor que Él demostró hacia los pobres, los
enfermos y los oprimidos. Quienes se consideran Sus discípulos también tratan
de emular Su ejemplo y de seguir Su amorosa exhortación: “…amémonos unos a
otros, porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce
a Dios… porque Dios es amor” (1 Juan 4:7–8).
El Libro
de Mormón aclara este concepto; describe cómo se nace de
Dios yde qué manera se obtiene el poder de amar como Él
ama. Establece tres principios fundamentales que traen el poder del amor de
Dios a nuestra vida.
Primero,
el Libro de Mormón enseña que ejercer la fe en Cristo y hacer unconvenio con Él de guardar Sus mandamientos es la
clave para nacer de nuevo espiritualmente. A las personas del Libro de Mormón
que habían hecho ese convenio, el rey Benjamín les dijo: “Ahora pues, a causa
del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e
hijas de él, porque he aquí, hoy él os ha engendrado espiritualmente; pues
decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por
tanto, habéis nacido de él y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas” (Mosíah 5:7).
Segundo,
el Salvador mismo enseña que el poder de llegar a ser más como Él viene al
recibir las ordenanzas del Evangelio: “Y
éste es el mandamiento: Arrepentíos, todos vosotros, extremos de la tierra, y
venid a mí y sed bautizados en mi nombre, para que seáis santificados por la
recepción del Espíritu Santo, a fin de que en el postrer día os presentéis ante
mí sin mancha” (3 Nefi 27:20).
Tercero,
Él nos exhorta a que sigamos Su ejemplo: “…¿qué
clase de hombres habéis de ser?”, pregunta retóricamente. Su respuesta: “En
verdad os digo, aun como yo soy” (3 Nefi 27:27). Verdaderamente, Él quiere que
seamos más como Él.
En el
Libro de Mormón se registran algunos de los ejemplos más sublimes de Su amor.
Estos ejemplos se pueden aplicar a nuestra vida a medida que nos esforzamos por
llegar a ser más como el Señor.
Fue Su
amor por Lehi y su familia —y el amor de ellos por Él— lo que los trajo a las
Américas, la tierra prometida, donde prosperaron1.
Fue el
amor de Dios por nosotros lo que, hace siglos, lo indujo a mandar a los
profetas nefitas a que conservaran un registro sagrado de su pueblo. Las
lecciones de ese registro tienen que ver con nuestra salvación y exaltación.
Esas enseñanzas ahora están disponibles en el Libro de Mormón. Este texto
sagrado es una prueba tangible del amor de Dios por todos Sus hijos alrededor
del mundo2.
Fue el
amor de Cristo por Sus “otras ovejas” lo que lo trajo al Nuevo Mundo3. Del
Libro de Mormón aprendemos que hubo grandes desastres naturales y tres días de
oscuridad en el Nuevo Mundo después de la muerte del Señor en el Viejo Mundo.
Luego, el Señor glorificado y resucitado descendió de los cielos y ministró
entre la gente del Nuevo Mundo.
“…soy la
luz y la vida del mundo”, les dijo; “y he bebido de la amarga copa que el Padre
me ha dado, y he glorificado al Padre, tomando sobre mí los pecados del mundo”
(3 Nefi 11:11).
Entonces
proporcionó una de las experiencias más íntimas que alguien podría tener con
Él. Los invitó a que palparan la herida en Su costado y las marcas de los
clavos en Sus manos y pies, para que supieran con certeza que Él es “…el Dios
de Israel, y el Dios de toda la tierra, y que [había] sido muerto por los
pecados del mundo” (3 Nefi 11:14).
Después,
Jesús dio a Sus discípulos la autoridad para bautizar, para conferir el don del
Espíritu Santo y para administrar la Santa Cena. Les dio poder para establecer
Su Iglesia entre ellos, dirigida por doce discípulos.
Les dio
algunas de las enseñanzas básicas que les había dado a Sus discípulos del Viejo
Mundo; sanó a los enfermos; se arrodilló y oró al Padre con palabras tan
poderosas y sagradas que no se pudieron registrar. Tan poderosa fue Su oración,
que quienes lo oyeron fueron llenos de gozo. Conmovido por Su amor hacia ellos
y por la fe que ellos tenían en Él, Jesús lloró. Profetizó de la obra de Dios
en los siglos que precederían al advenimiento prometido de Su segunda venida4.
Luego les
pidió que trajeran a sus niños a Él.
“…y tomó
a sus niños pequeños, uno por uno, y los bendijo, y rogó al Padre por ellos.
“Y cuando
hubo hecho esto, lloró de nuevo;
“y habló
a la multitud, y les dijo: Mirad a vuestros pequeñitos.
“Y he
aquí, al levantar la vista para ver, dirigieron la mirada al cielo, y vieron
abrirse los cielos, y vieron ángeles que descendían del cielo cual si fuera en
medio de fuego; y bajaron y cercaron a aquellos pequeñitos, y fueron rodeados
de fuego; y los ángeles les ministraron” (3 Nefi 17:21–24).
Tal es la
pureza y el poder del amor de Dios, como se revela en el Libro de Mormón.
En estos
últimos días, nosotros, quienes gozamos del privilegio de tener el Libro de
Mormón, de ser miembros de la Iglesia del Señor, de tener Su evangelio y de
guardar Sus mandamientos, sabemos algo del infinito amor de Dios. Sabemos cómo
podemos tener esa clase de amor; al llegar a ser Sus verdaderos discípulos,
obtenemos el poder de amar como Él ama. Al guardar Sus mandamientos llegamos a
ser más como Él; ampliamos nuestro círculo personal de amor al tender una mano
a la gente de toda nación, tribu y lengua.
Con
profunda gratitud por Su vida ejemplar, podemos hacer que este pasaje de las
Escrituras sea nuestra norma: “…pedid al Padre con toda la energía de vuestros
corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son
discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que lleguéis a ser hijos de
Dios; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él, porque lo veremos
tal como es” (Moroni 7:48)5.
No hay comentarios:
Publicar un comentario