¡Oh que
despertaseis; que despertaseis de ese profundo sueño, sí, del sueño del
infierno,
y os sacudieseis de las espantosas cadenas que os tienen
atados, cadenas que sujetan a los hijos de los hombres a tal grado que son
llevados cautivos al eterno abismo de miseria y angustia!
¡Despertad y
levantaos del polvo! ¡Escuchad las palabras de un padre tembloroso, cuyo
cuerpo pronto tendréis que entregar a la fría y silenciosa tumba,
de donde ningún viajero puede volver; unos días más, y seguiré el camino de toda la
tierra!
Pero he aquí, el
Señor ha redimido a mi alma del infierno; he visto su gloria, y
estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor.
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