Por tanto, cuando vine, no hubo nadie; cuando llamé, nadie respondió. Oh casa de Israel, ¿se ha acortado mi
mano para no redimir?, o ¿no hay en mí poder para librar? He aquí, con mi
reprensión hago secar el mar; vuelvo sus ríos en desiertos, sus peces hieden porque las aguas se han secado, y mueren de
sed.
Visto de obscuridad los cielos, y de cilicio hago su cubierta.
El Señor Dios me dio lengua de sabios para saber hablarte en sazón, oh casa de
Israel. Cuando estás cansada, él vela de aurora a aurora; él abre mi oído para
que oiga como los sabios.
El Señor Dios me abrió el oído, y no fui rebelde ni me torné atrás.
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