Ahora bien, sucedió que cuando hube oído estas
palabras, empecé a anhelar el
bienestar de mis hermanos los nefitas; por tanto, derramé toda mi
alma a Dios por ellos.
Y mientras así me hallaba luchando en el espíritu,
he aquí, la voz del Señor de nuevo penetró mi mente, diciendo:
Visitaré a tus hermanos según su diligencia en guardar mis mandamientos. Les he dado esta
tierra, y es una tierra santa; y no la maldigo sino
por causa de iniquidad. Por tanto, visitaré a tus hermanos según lo que he
dicho; y sus transgresiones haré bajar con dolor sobre su propia cabeza.
Y después que yo, Enós, hube oído estas palabras,
mi fe en el Señor empezó a ser inquebrantable; y oré a él con mucho y
prolongado ahínco por mis hermanos, los lamanitas.
Y aconteció que después que hube orado y me hube
afanado con toda diligencia, me dijo el Señor: Por tu fe, te concederé conforme
a tus deseos.
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