Oh Señor Dios Todopoderoso, Creador
de los cielos, la tierra, los mares y cuantas cosas hay en ellos, que dominas y
sometes al diablo, y al obscuro y tenebroso dominio del Seol, extiende tu mano; deja que tu ojo penetre; que
tu pabellón se descorra; que ya no quede cubierta tu morada oculta por más tiempo; inclínese tu oído;
ablándese tu corazón y conmuévanse tus entrañas de compasión por nosotros.
Permite que tu enojo se encienda en contra de nuestros
enemigos; y en el furor de tu corazón, vénganos de nuestras injurias con tu espada.
Acuérdate de tus santos que sufren, oh Dios nuestro, y
tus siervos se regocijarán en tu nombre para siempre.
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