Cualquier persona
puede orar en cualquier lugar y en cualquier momento. Ya sea que estemos
arrodillados, sentados o de pie; en voz alta o en silencio; en grupo o solos,
Dios nos escuchará y nos contestará. Orar es tan fácil y tan sencillo que
quizás no apreciemos el privilegio que es. Es una línea directa de comunicación
con nuestro Padre Celestial quien desea ayudarnos con todos nuestros problemas
y preguntas. Si bien Él no nos contesta siempre de inmediato o de la manera que
esperamos, creemos en el pasaje de las Escrituras que dice: “Pedid, y se os
dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá” (Mateo
7:7).
Se nos manda a
orar a menudo, porque cuanto más hablamos con Dios, seremos más receptivos a Su
guía por medio de los desafíos a los que nos enfrentemos. Este es un ejemplo de
cómo las bendiciones al cumplimiento de los mandamientos son muy superiores al
esfuerzo que ellos requieren.
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