Después de haber orado al Padre en el nombre de
Cristo, les imponían las manos, y decían:
En el nombre de Jesucristo, te ordeno para que seas
presbítero (o si fuera maestro, te ordeno para que seas maestro) para predicar
el arrepentimiento y la remisión de pecados, por medio de Jesucristo, mediante la
perseverancia en la fe en su nombre hasta el fin. Amén.
Y de este modo ordenaban presbíteros y maestros, según los dones y llamamientos de Dios a los hombres; y los
ordenaban por el poder del Espíritu Santo que había en ellos.
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