He aquí, salí a cazar bestias en los bosques; y las
palabras que frecuentemente había oído a mi padre hablar, en cuanto a la vida
eterna y el gozo de los
santos, penetraron mi
corazón profundamente.
Y mi alma tuvo hambre; y me arrodillé ante
mi Hacedor, y clamé a él con potente oración y
súplica por mi propia alma; y clamé a él todo el día; sí, y cuando anocheció,
aún elevaba mi voz en alto hasta que llegó a los cielos.
Y vino a mí una voz, diciendo: Enós,
tus pecados te son perdonados, y serás bendecido.
Y yo, Enós, sabía que Dios no podía mentir; por
tanto, mi culpa fue expurgada.
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