Y ¿qué es lo que habéis de esperar? He aquí, os digo que debéis tener esperanza, por medio de la expiación de Cristo y el poder de
su resurrección, en que seréis resucitados a vida eterna, y esto por causa de vuestra fe en él, de
acuerdo con la promesa.
De manera que si un hombre tiene fe, es necesario que tenga esperanza; porque sin fe no puede
haber esperanza.
Y además, he aquí os digo que el hombre no puede tener
fe ni esperanza, a menos que sea amanso y humilde de corazón.
Porque si no, su fe y su esperanza son vanas, porque nadie es aceptable a
Dios sino los mansos y humildes de corazón; y si un hombre es manso y humilde
de corazón, y confiesa por el poder del Espíritu Santo que Jesús es el
Cristo, es menester que tenga caridad; porque si no tiene caridad, no es nada;
por tanto, es necesario que tenga caridad.
Y la caridad es sufrida y es benigna, y no tiene envidia, ni se envanece, no busca lo suyo, no se irrita
fácilmente, no piensa el mal, no se regocija en la iniquidad, sino se regocija
en la verdad; todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.
Por tanto, amados hermanos míos, si no tenéis caridad,
no sois nada, porque la caridad nunca deja de ser. Allegaos, pues, a la
caridad, que es mayor que todo, porque todas las cosas han de perecer;
pero la caridad es el amor puro de Cristo, y permanece para siempre; y a quien
la posea en el postrer día, le irá bien.
Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones,
que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que
lleguéis a ser hijos de Dios; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es;
para que tengamos esta esperanza; para que seamos purificados así como él es puro. Amén.
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