Con frecuencia caemos en la trampa de
creer que un auto nuevo, un ascenso laboral, un cambio de apariencia o la fama
nos harán felices. Y a menudo es así, por un tiempo. Pero no es duradero,
simplemente porque ni las riquezas, ni el poder, la belleza ni la fama brindan
una felicidad perdurable, por mucho que deseáramos que así fuera. Antes bien,
la verdadera felicidad proviene de seguir el ejemplo de Cristo y desarrollar
atributos divinos, tales como la bondad, el amor, la justicia y la
misericordia. viene de servir a otros y ayudarles a seguir el ejemplo y
las enseñanzas de Jesucristo. Se logra al vencer los apetitos de nuestro cuerpo
físico, para seguir las impresiones del Espíritu. Se obtiene al trabajar duro,
tener un estilo de vida saludable, tener amigos, familia y logros personales.
Independientemente de lo que poseamos o no en esta vida, la felicidad más
profunda y duradera se logra al conocer y seguir el plan de Dios.
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