Y no tendréis deseos de injuriaros el uno al otro,
sino de vivir pacíficamente, y de dar a cada uno según lo que le
corresponda.
Ni permitiréis que vuestros hijos anden hambrientos ni desnudos, ni consentiréis que
quebranten las leyes de Dios, ni que contiendan y riñan unos con otros y sirvan al diablo, que
es el maestro del pecado, o sea, el espíritu malo de quien nuestros padres han
hablado, ya que él es el enemigo de toda rectitud.
Mas les enseñaréis a andar por las vías de la verdad y la seriedad; les
enseñaréis a amarse mutuamente y a servirse el uno al otro.
Y además, vosotros mismos socorreréis a los que necesiten vuestro socorro;
impartiréis de vuestros bienes al necesitado; y no permitiréis que el mendigo os haga su petición en vano, y sea echado fuera
para perecer.
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