“El Señor es mi fuerza y mi escudo; mi corazón en él confía; de él recibo ayuda. Mi corazón salta de alegría,
y con cánticos le daré gracias”.
Salmos 28:7 (NVI)
Cada vez que sabemos que tenemos que esperar, algo sucede en
nuestro interior, que a veces en lugar de alegrarnos por que recibiremos
algo, nos entristece por que aun no lo tenemos, y es que para todos es difícil
esperar, en especial en esos momentos en los que nos es tan
urgente recibir una respuesta, a veces por la enfermedad o lo doloroso de una situación emocional o una necesidad, todo nos parece
fácil, excepto, tener que esperar, y es que la espera es sinónimo de que aun no
es tiempo, y eso es lo que realmente se nos hace difícil aceptar.
A pesar de
que para algunos es mejor actuar, porque piensan que no hay para que esperar,
si no hay tiempo que perder, están también quienes no pueden hacer
absolutamente nada al respecto de su situación, porque por más que intenten es imposible cambiarla, si, hay situaciones
realmente duras en las que por mas empeño que ponemos no podemos hacer nada al
respecto y lo único que nos queda es: esperar.
A veces ante nuestra falta de paciencia podemos cometer errores al
tomar decisiones apresuradas, de las que después no hay vuelta atrás y que lo
único que hacen es empeorar las cosas, tratamos de solucionar un problema y provocamos otro, y después nos
sentimos peor que al principio, intentamos esperar, pero nuestra mente tan hábil
nos dice tantas cosas que nos preocupamos, nos desesperamos, dudamos pero si
hay algo que nunca debemos olvidar es que Dios habla al corazón y no a la
mente.
Esperar con el corazón, es
usar mas que la razón para confiar y saber esperar, porque en nuestro
corazón siempre habita la esperanza de que las cosas pueden cambiar, ahí
podemos sentir paz y guardar cada palabra que recibimos de quien nos ama, y nos
anima a seguir adelante, y que siempre de la manera que menos imaginamos nos
habla a través de alguien, para hacernos saber que aun en la espera permanece
con nosotros y ese sin duda alguna, es Dios.
No confíes en las circunstancias, ni en los problemas, ni en los
comentarios, tu confianza aunque a veces parece que es poca sigue poniéndola en
Dios, hay una recompensa para todo aquel que sabe esperar, a quien su corazón
sigue estando firme y creyendo que Dios va a actuar, Dios no deja oraciones sin
respuesta, ni abandona a los que lo esperan con el corazón.
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