Desde la caída de Adán y Eva, la gente ha
tenido la inclinación de dejarse llevar por los deseos del mundo y sucumbirse
ante los apetitos y las pasiones. Esta vida ha sido dada como un tiempo en el
cual los hijos de Dios puedan aprender a utilizar su albedrío para vencer la
tentación y escoger seguir a Jesucristo por su propia voluntad.
Los
últimos días en los que vivimos son particularmente “tiempos peligrosos” (2
Timoteo 3:1). La influencia del adversario es extensa y seductora. Satanás
trata de engañarnos y de hacer que el pecado parezca algo atrayente. Pero cada
uno de nosotros puede derrotar a Satanás y vencer las tentaciones. Todas las
personas tienen el don del albedrío—la facultad de escoger el bien en lugar del
mal. Quienes se humillen ante Dios y oren continuamente para fortalecerse “no
[serán] tentados más de lo que [puedan] resistir” (Alma 13:28). Al obedecer los
mandamientos voluntariamente, nuestro Padre Celestial los fortalecerá para que
resistan la tentación.
Los
siguientes consejos ayudan a vencer la tentación:
Centrar su vida en el Salvador. El profeta Helamán aconsejó a sus hijos: “Recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12).
Orar
para pedir fortaleza. Cuando el Salvador resucitado se apareció a los nefitas,
enseñó a la multitud: “Debéis velar y orar siempre, no sea que entréis en
tentación; porque Satanás desea poseeros para zarandearos como a trigo. Por
tanto, siempre debéis orar al Padre en mi nombre” (3 Nefi 18:18-19). En los
últimos días, Él ha dado un consejo similar: “Ora siempre para que salgas triunfante;
sí, para que venzas a Satanás y te libres de las manos de los siervos de
Satanás que apoyan su obra” (D. y C. 10:5).
Estudiar
diariamente las Escrituras. Nefi enseñó que: “Quienes escucharan la palabra de
Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las
tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos
hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24; véase también Helamán 3:29–30).
Llenar
su vida de bondad. Si nuestra vida está llena de cosas buenas, no habrá espacio
para hacer el mal.
Evitar
los lugares y las situaciones de tentación. Evitar lugares o situaciones en los
que probablemente existan tentaciones. Además, se debe evitar el material
inapropiado que hay en las revistas, en los libros, en la televisión, en el
cine, en la música y en internet.
Esforzarse
por ejercer una buena influencia en los demás. Como discípulo de Cristo en
estos últimos días, se puede estar en el mundo sin ser “del mundo” (véase Juan
17:14–18). Deben influir en otras personas para que vivan una vida buena y
sana; al dar ejemplo de rectitud, ser buen amigo, prestar servicio en la
comunidad y, cuando sea apropiado hacerlo, dejar que se escuche nuestra voz en
defensa de los valores morales.
Nunca
dudar en tomar la decisión de resistir la tentación. El Salvador “sufrió
tentaciones pero no hizo caso de ellas” (D. y C. 20:22). Cuando Satanás tentó a
Jesús en el desierto, el Señor nunca flaqueó. Su respuesta fue inmediata y
firme: “Vete de mí, Satanás” (Lucas 4:8). Santiago aconsejó: “resistid al diablo,
y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago
4:7–8).
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