Porque no quiere, porque se ha impuesto a Sí mismo ciertas limitaciones para no entorpecer nuestra capacidad de decisión. Como a Adán y Eva en el Paraíso, a cada uno se le da una oportunidad de elegir entre hacer el bien o el mal. De hecho, y a fin de cuentas, desde el Huerto del Edén hasta la fecha, ésa ha sido la razón principal por la que estamos aquí: ¡para aprender a tomar decisiones bajo la guía de Dios! ¡Tú tienes que tomar las decisiones, Él no te obligará a hacer Su Voluntad! «¡El que quiera, venga!» (Ap.22:17)
¡Dios nunca fuerza a nadie! Simplemente ofrece a la gente la oportunidad de recibir Sus bendiciones. Si las rechazan, ¡son ellos quienes pierden! «¡Cada hombre debe dar a Dios cuenta de sí!» (Rom.14:12) No podemos escondernos detrás de nadie en lo referente a nuestra soberana capacidad de decisión. ¡Cuando Dios nos pide cuentas, no podemos echar nuestra responsabilidad sobre otras personas! Dios quiere que cada uno tome su propia decisión por fe, según su fe. No por la fe de otra persona, ¡sino la propia! ¡Quiere que aprendamos a confiar en Él por nosotros mismos, y no apoyados siempre en los demás! Cada decisión depende de ti y de nadie más. ¡Nadie puede elegir por ti, ni siquiera Dios!
«¡Conforme a vuestra fe os sea hecho!» (Mat.9:29)
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