Y sucedió
que erigió un altar de piedras y
presentó una ofrenda al Señor, y dio gracias al
Señor nuestro Dios.
Y cuando mi padre vio que
las aguas del río desembocaban en la fuente del Mar Rojo, habló a Lamán,
diciendo: ¡Oh, si fueras semejante a este río, fluyendo continuamente en la
fuente de toda rectitud!
Y dijo
también a Lemuel: ¡Oh, si fueras tú semejante a este valle, firme, constante e
inmutable en guardar los mandamientos del Señor!
Esto
habló por causa de la dureza de cerviz de Lamán y Lemuel; pues he aquí, murmuraban contra
su padre en
muchas cosas, porque era un hombre visionario, y
los había sacado de la tierra de Jerusalén, abandonando la tierra de su
herencia, y su oro, y su plata y sus objetos preciosos, para perecer en el
desierto. Y decían que había hecho esto por motivo de las locas imaginaciones
de su corazón.
Y así era
como Lamán y Lemuel, que eran los mayores, murmuraban en contra de su padre; y
hacían esto porque no conocían la
manera de proceder de aquel Dios que los había creado.
Ni creían
tampoco que aquella gran ciudad de Jerusalén pudiera ser destruida conforme
a las palabras de los profetas; y eran semejantes a los judíos que estaban en
Jerusalén, los cuales procuraban quitarle la vida a mi padre.
Y aconteció que mi padre les habló en el valle de Lemuel con poder, pues estaba lleno del Espíritu, al grado de que sus cuerpos temblaron delante de él, y los confundió, de modo que no
osaron hablar contra él; por tanto, hicieron lo que él les mandó.Y
sucedió que yo, Nefi, siendo muy joven todavía, aunque grande de estatura, y
teniendo grandes deseos de conocer los misterios de Dios, clamé por tanto al Señor; y he aquí que él
me visitó y enterneció mi corazón, de modo que creí todas las palabras que mi padre había hablado; así que no me rebelé en contra de él
como lo habían hecho mis hermanos.
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