Claro, a veces tenemos demasiado trabajo. Nos ocupamos tanto en servirlo que nos olvidamos de amarlo. ¡Esa es la mayor tentación y el principal peligro de los obreros del Señor! Porque si estás tan ocupado con los asuntos del Reino que descuidas tu comunicación con el Rey de reyes, ¡ello puede resultar desastroso para tu vida espiritual y comunión con el Señor!
Por mucha dedicación y fidelidad que muestres para Su obra, ¡debes poner a Jesús primero! No la obra, ni siquiera los demás. ¡Jesús es lo primero! No encaja en el segundo lugar, ¡ni lo acepta! «¡Porque Yo el Señor no tendré dioses ajenos delante de Mí!» (Deut.5:7,9) Tal vez el mayor error en el que caen los cristianos muy consagrados sea convertir en un dios el servicio a Dios.
Tu servicio no vale nada si no le das al Rey tu atención, amor, tiempo y comunión. Él anhela tu amor, y quiere que lo ames primero y por encima de todo. ¡Sin el poder y la guía del Maestro no podrás llevar Su obra a cabo! ¡Y para conseguirlos debes dedicarle tiempo al Maestro! ¡Ayúdanos, Señor, a no olvidar nunca que el primer lugar es para Ti, y que debemos beber de Ti y de Tu Espíritu si queremos tener suficiente, no sólo para nosotros, sino también para rebosar sobre los demás!
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