Él pan
que tomamos en la comunión representa el cuerpo de Jesús. Es una ilustración de
nuestra salvación física. Su cuerpo fue partido por nosotros de varias maneras.
La corona de espinas, los golpes, los azotes, las heridas que sufrió, el dolor
que padeció. No estaba obligado a padecer todo eso por nuestros pecados. Lo
único que tenía que hacer era derramar Su sangre y morir por ellos. Pero Su
cuerpo padeció para que así pudiera expiar también nuestras enfermedades: «¡Por
Su llaga fuimos nosotros curados!» (Isa. 53:5) Tuvo que dar Su cuerpo para
salvar los nuestros. ¡La mejor medicina del mundo es el cuerpo de Jesucristo,
que fue quebrado para nuestra sanidad! Al tomar el pan demuestras que tienes fe
en que Su cuerpo fue partido para tu salud, así que reclámala por fe cuando lo
tomes. Si lo tomamos por fe, nos curamos por fe. Es parte de Su expiación para lograr
la salvación de la totalidad del hombre: el cuerpo, el alma y el espíritu.
Gracias, Señor, por este pan que representa Tu cuerpo partido por nosotros y
por nuestra salud física. Ya que Tu cuerpo fue partido para nuestra curación,
danos fe para tomarlo teniendo conciencia de ello. ¡En el nombre de Jesús,
amén!
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