Hasta los más grandes hombres de fe, como el rey David, a veces se desanimaban.
David era un gran salmista, un gran cantor, y por lo general cantaba bellas
alabanzas al Señor. Pero en una oportunidad, antes de ser rey, estaba seguro de
que Saúl iba a matarlo, por lo que llegó a decir: «¡Al fin seré muerto algún
día por la mano de Saúl!» (1Sam.27:1) ¡Gracias a Dios que David jamás escribió
ningún salmo diciendo eso! ¿Cómo iba uno a cantar tal cosa? ¿Acaso murió David
por la mano de Saúl? ¡En absoluto! De modo que en ese caso fue el Diablo quien
habló, tratando de desalentarlo. ¡Si dejas que el Diablo te desanime y le
prestas tu boca y te pones a hablar de dudas, de desaliento y de sus mentiras,
estarás predicando la doctrina del Diablo! No lo hagas, pues eso es dejar
entrar al Enemigo. ¡Asume una postura positiva frente a los ataques del Enemigo
y combátelo, combate sus dudas! ¡En cuanto te sientas desalentado empieza a
alabar al Señor, lánzate al ataque! ¡Mientras tengas una alabanza en la boca no
podrás quejarte ni murmurar!
El Enemigo detesta la alabanza. ¡Detesta las canciones que alaban al Señor y por encima de todo detesta la Palabra de Dios! ¡Así que manténte lleno de ella! ¿Amén?
El Enemigo detesta la alabanza. ¡Detesta las canciones que alaban al Señor y por encima de todo detesta la Palabra de Dios! ¡Así que manténte lleno de ella! ¿Amén?
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