En la timidez se combinan dos cosas: ¡el
temor y el orgullo! Tenemos miedo de lo que la gente pueda opinarde nosotros.
Hasta cierto punto eso no está mal, pues debemos interesarnos en que la gente
piense bien de nosotros. Pero por otro lado, la Biblia dice que no deben
preocuparnos las opiniones de los hombres, ni temer lo que la gente diga o
piense de nosotros si sabemos que lo que hacemos está bien (Pro.29:25; Juan
12:42,43).
La
timidez, la cortedad y la vergüenza son en esencia temor, que
es lo opuesto a la fe. De modo que para vencer el temor hay
que tener más fe. La cura es la fe, la firme fe en Dios, ¡y ésta viene de leer
Sus Palabras y de estar lleno de Su Espíritu! Si piensas en cuánto te ama Dios,
empiezas a olvidarte de ti mismo y a pensar más en Él. Ese es el remedio.
Piensa
constantemente en el Señor. «Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo
pensamiento en Ti persevera; porque en Ti ha confiado» (Isa.26:3). Sumérgete en
el Señor y Él hará que te olvides de ti mismo. ¡Entrega tu corazón por entero a
agradar al Señor y a darlo a conocer a los demás y Él te
ayudará a perder todas tus inhibiciones, de manera que sólo pensarás en Cristo,
en Su mensaje, en Su amor y en tu amor por los demás!
¿El
Señor te ha librado a ti de la timidez?
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