Debemos
guardar una relación estrecha con el Señor, obedecerle y esforzarnos por
mantenernos en Su voluntad. ¡No debemos actuar sin estar seguros de cuál sea la
voluntad de Dios, por más que algo parezca bueno, conveniente y razonable! ¡Si
nos apoyamos en nuestra propia prudencia y nos olvidamos de reconocer al Señor,
si no obedecemos a la voz de Su Espíritu para que nos guíe en todo momento,
podemos caer en alguna trampa del Diablo, lo cual es muy peligroso! ¡No podemos
precavernos contra todo, pero sí mantenernos tan aferrados al Señor que Él se
encargue de que no pasemos un instante desguarnecidos! ¡Confiar en el brazo de
carne y en el razonamiento natural es cosa peligrosa! (Jer.17:5) ¡Sin Jesús no
somos nada! Jesús dijo: « ¡Separados de Mí nada podéis hacer!» (Jn.15:5) ¡Nada
bueno! Por eso, Señor, ayúdanos a estar en el Espíritu de una manera tal que
seamos sensibles a Tu voz, que la oigamos, que conozcamos tu Voluntad y que
escuchemos Tu Palabra para poder seguirla y obedecerla. «Entonces tus oídos
oirán a tus espaldas voz que diga: Este es el camino, andad por él.»
(Isa.30:21) Ayúdanos, Señor, a prestar oído a esas voces, aunque puedan sonar
ilógicas y no entendamos por qué no podemos hacer las cosas como de costumbre.
¡Cada vez que recibamos una advertencia del Espíritu, Señor, ayúdanos a hacerle
caso, confiando en que Tú sabes por qué!
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