Los que nos rodean siempre participan y reciben la
influencia de nuestro espíritu y actitud. Si nos mostramos apacibles,
confiados, pacientes y reposados, rebosantes de fe, ellos reaccionarán de igual
manera. ¡Por eso es tan importante mantenerse en lo positivo, y nunca en lo
negativo! ¡Hablemos de lo bueno! (Fil.4:8) ¡Seamos alentadores, amorosos,
fieles y joviales! ¡El amor engendra amor! Es maravilloso el efecto que puede
tener una sonrisita, lo que logra un poco de amor, aun sin pronunciar palabra.
¡Un poco de amor verdadero llega muy, muy lejos! ¡Todos influimos en los demás!
¡Una persona que viva amorosamente animará a las demás a hacer lo mismo! Si
expresas amor, alguien se contagiará del mismo espíritu. ¡Es algo muy pegadizo;
el amor de Cristo en acción! Y se transmite de corazón a corazón. ¡Por eso, que
Dios nos ayude a tener cuidado con el efecto que causamos! ¡Si pasamos
suficiente tiempo con Dios, como le pasó a Moisés, un poquito de Dios también
se nos pegará a nosotros y andaremos contentos y con la cara resplandeciente
por la alegría y el Espíritu del Señor! (Ver Éxo.34:29-34; Núm.6:25,26) Esa es
la clave: ¡es el Espíritu del Señor! ¡Y si resplandecemos con suficiente amor,
los demás lo reflejarán!
No hay comentarios:
Publicar un comentario