El AMOR, esta es la
propuesta de Jesús para la vida terrena, y por supuesto para la futura. El
AMOR, es la vara con la que debe ser medida toda acción humana. Dios es amor y
el amor es Dios. Todo aquel que ama el amor acabará amando a Dios, porque uno y
Otro son lo mismo. El amor implica libertad, justicia, bondad, piedad, respeto
y rectitud en el obrar. Si toda la humanidad se atuviese a estos principios, la
Tierra seria el paraíso. Lo contrario a estos conceptos amorosos: el odio, la
esclavitud, la injusticia, la venganza, la inmoralidad... son manchas que
ensucian la suave armonía del fluir de los acontecimientos y transforman la
realidad en un cúmulo de sufrimientos.
El dolor que atenaza al
mundo es el fruto de la maldad ilimitada que nos rodea. La búsqueda
desenfrenada del placer a través de ídolos de barro provoca la mayor parte del
pecado. La búsqueda del placer por medio del poder, del dinero, del sexo y de
la vacuidad consumista solo produce dolor. Vidas enteras consagradas a la
adoración de estos ídolos que, como becerros de oro, esperamos que nos concedan
la felicidad eterna. La mayoría no llegan siquiera a rozarlos, y malgastan su
vida en vano. Los pocos que llegan a alcanzar su objetivo, se encuentran con el
vacío del placer sin amor. El poder es efímero, y el miedo a perderlo se
convierte en una tortura constante.
El dinero es incapaz de
comprar ni una molécula de amor, y solo atrae a ratas aduladoras y embusteras
que parasitan al "afortunado" rico. El sexo desvinculado del amor es
mera gimnasia. Instintos primarios que alcanzan su pleno sentido dentro del
amor matrimonial, quedan banalizados cuando son movidos por el materialismo.
Solo entonces -quizás-, el becerro de oro quedará desatraído: por fin
reconoceremos que el AMOR VERDADERO es más placentero que el poder, el dinero y
el sexo.
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