Te sorprendería saber cuánto depende Dios de nuestras
oraciones, del afán e interés que mostremos. Cuando nos enfrentamos con una
situación de necesidad, Él quiere que demostremos interés y que oremos
específicamente. Si de verdad tenemos fe, cada oración es escuchada y
respondida. ¡Pero si no oramos, no hay ningún resultado! ¡Dios puede hacer lo
que sea, pero nos deja a nosotros la responsabilidad de orar! ¡La intensidad de
nuestra oración y nuestro interés o deseo se refleja en la respuesta que
recibimos! Los destinatarios de nuestras oraciones no reciben más que lo que
les enviamos nosotros. Tenemos que visualizar a las personas o situaciones por
las que oramos y orar con esa imagen en nuestro corazón, pidiéndole al Señor
específicamente lo que queremos que haga. Así, la oración se reflejará o será
respondida con la misma intensidad con que se originó. Es como un rayo de luz
que se proyecta sobre un espejo, y éste lo refleja con la misma intensidad con
que fue emitido. Si sólo imploramos con medio corazón, recibiremos media
respuesta, ¡pero si oramos de todo corazón, recibiremos una respuesta clara y
de todo corazón! ¿Pones en práctica el poder de la oración? ¡En el Cielo se
sabrá cuánto bien hicimos -o pudimos haber hecho- mediante la oración!
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