lunes, 6 de agosto de 2012

POR EL AMOR DE DIOS, ¡NO ALABES AL HOMBRE! ¡ALABA A DIOS! ¡DALE A ÉL TODA LA GLORIA!



En la Torre de Babel, la gente dijo: «¡Nos haremos de un nombre! ¡He aquí, cuán grandes somos, cuán portentosos y fuertes! ¡Somos una maravilla, lo más grandioso! ¡No hay pueblo como nosotros!» Y olvidaron dar la honra a Dios. No le dieron gloria a Dios y Él descendió contra ellos, los castigó, los esparció y los arruinó por completo (Gén.11:1-9).
Uno de los mayores peligros que corres es comenzar a desarrollar un concepto demasiado elevado de ti mismo (Rom.12:3). En cuanto empieces a congratularte, Dios se encargará de humillarte para que dejes de hacerlo (1Cor.10:12). Él es un Dios celoso, quiere y merece toda la gloria, ¡y no dejará que se pongan otros dioses delante de Él! (Éxo.20:5; Isa.42:8)
«Lo que hagas, de palabra o de hecho, ¡hazlo todo para la gloria de Dios!» (1Cor.10:31; Col.3:17) Esa es nuestra oración: ¡poder complacer al Señor y que todo lo que hagamos, de palabra o de hecho, sea para Su gloria! Ayúdanos, Señor, para que todo lo que hagamos o digamos hoy, sea para Tu gloria. «¡Y lejos esté de mí jactarme, sino en mi Salvador, Jesucristo, nuestro Señor, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos!» (Gál.6:14)

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