El dirigente capaz tiene dos características importantes. Primero: sabe adónde va; segundo: ¡sabe convencer a los demás para que lo acompañen!
¡El verdadero líder sabe lo que cree y actúa en consecuencia, digan lo que digan los demás! Lo único que le preocupa es su deber, y no la opinión ajena. ¡Cuando todo sale mal y los demás abandonan, él sigue firme! ¡No se le puede disuadir! ¡Es imposible desviarle! Sigue adelante contigo o sin ti, ¡o pasando por encima de ti si es necesario! Es fiel al mensaje; es fiel al plan de acción; es fiel a la Palabra; es fiel a la Voz de Dios; es fiel al ministerio en particular al que le ha llamado Dios; ¡es leal!
Un dirigente de verdad no se desvía de la ruta fijada, e intenta que los demás tampoco lo hagan, impulsándolos a seguirle. ¡Todo líder que tenga tendencia a dejarse arrastrar por sus seguidores, que no sea capaz de remontar las dificultades, no tiene madera de líder!
¡El verdadero líder debe influir positivamente en los demás, dirigirlos, guiarlos, instruirlos y tratar de impulsarlos a ir por el buen camino, apartándolos de sus debilidades! ¿Eres tú un líder así?
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