No podemos salvarnos por nuestras obras, ni por nuestra bondad, y ni siquiera
por nuestros esfuerzos de guardar las leyes de Dios y de amarle. ¡No podemos
ser tan buenos ni perfectos como para ganar, merecer o adquirir la perfección
celestial de Su santa Salvación, que es sólo por Su gracia, amor y
misericordia! ¡Es imposible que alguien se salve sin el milagroso poder de
Dios!
Aceptar la Salvación es obra de la gracia de Dios. Es gratis: lo único que se puede hacer es aceptarla. Es don de Dios; es imposible adquirirla por medio de obras. ¡Un regalo no se puede ganar, pues de ese modo no sería un regalo! La Palabra de Dios dice: «Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y eso no de vosotros, pues es don de Dios; ¡no por obras, para que nadie se gloríe!» (Efe.2:8,9)
Para Dios, la bondad, la verdadera justicia, es la del pecador que reconoce necesitar a Dios y que confía en Él para su salvación. Para Dios, la santidad está lejos del fariseísmo y la perfección inmaculada. ¡Es, más bien, el caso del pecador salvado por gracia, del pecador carente de perfección y de justicia propias, que se apoya totalmente y por fe en la gracia, el amor y la misericordia de Dios! Es la única clase de santo que existe; ¡no hay otra! ¡No puedes tener más virtud que la de Cristo, y Él es el único que puede dártela! (Fil.3:9)
Aceptar la Salvación es obra de la gracia de Dios. Es gratis: lo único que se puede hacer es aceptarla. Es don de Dios; es imposible adquirirla por medio de obras. ¡Un regalo no se puede ganar, pues de ese modo no sería un regalo! La Palabra de Dios dice: «Porque por gracia sois salvos, por medio de la fe; y eso no de vosotros, pues es don de Dios; ¡no por obras, para que nadie se gloríe!» (Efe.2:8,9)
Para Dios, la bondad, la verdadera justicia, es la del pecador que reconoce necesitar a Dios y que confía en Él para su salvación. Para Dios, la santidad está lejos del fariseísmo y la perfección inmaculada. ¡Es, más bien, el caso del pecador salvado por gracia, del pecador carente de perfección y de justicia propias, que se apoya totalmente y por fe en la gracia, el amor y la misericordia de Dios! Es la única clase de santo que existe; ¡no hay otra! ¡No puedes tener más virtud que la de Cristo, y Él es el único que puede dártela! (Fil.3:9)
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