miércoles, 13 de junio de 2012

¡SIEMPRE QUE LEVANTAMOS UNA ANTORCHA PARA ILUMINARLE EL CAMINO A ALGUIEN, ILUMINAMOS EL NUESTRO TAMBIÉN!


No tengas en poco el gran efecto de la testificación personal, ya sea para convertir almas, como para inspirar y alentar tu propio corazón, llenarte de fogosidad y mantenerte vivo espiritualmente, al batallar en el frente mismo rescatando a las almas perdidas!
«El alma generosa será prosperada, y el que saciare, él también será saciado» (Pro.11:25). Testificar es en sí una recompensa, una bendición y un estímulo. Ver obrar al Señor inspira nuestros corazones. ¡Todos nuestros esfuerzos habrán valido la pena cuando veamos a Jesús, pero ahora también todo vale la pena al ver los maravillosos, emocionantes y satisfactorios resultados de nuestra labor!
A cada persona que testificamos la seducimos en el Espíritu. La atraemos, la enamoramos y sembramos la simiente de la Palabra de Dios en el Espíritu. ¡Y aunque no podemos conquistar a toda la gente, Dios nos da suficientes victorias para mantener nuestro entusiasmo y para que no nos demos por vencidos! ¡Aquellos que conquistamos hacen que todo valga la pena! «Nadie solo se ha de sentir si busca a un ser aún más solitario; ¡si de sí se olvida y su amor hace acudir a un lugar donde sea necesario!» ¡Cuanto más des, más te dará Dios!

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