Dios actúa con cierta lentitud, pero muy
concienzudamente. Sus juicios son como dos grandes ruedas de molino que
pulverizan el grano. Este se vierte en un orificio de la piedra superior, que
gira continuamente y hace que el grano molido se desplace desde el centro hasta
los bordes de la piedra. Cuando el grano llega al borde lo hace en forma de polvo muy
fino; ya no es grano, sino harina. Si bien a veces los molinos de la justicia
divina parecen moler muy lentamente, terminan por moler muy
finamente. ¡Así pues, quien no quiera ser quebrantado sobre la Roca de Dios,
hallará algún día que la Roca cae sobre Él, reduciéndolo a polvo que los
vientos de Sus juicios se llevarán, y su lugar no lo conocerá más! (Mat.21:44)
¡Pero demos gracias a Dios porque «el juicio comienza
por la casa del Señor»! (1Pe.4:17) Nosotros somos la Casa del Señor y ya hemos
sido juzgados por Él, porque lo hemos recibido y aceptado como pago de nuestros
pecados. Por eso, ya no tendremos que sufrir los juicios físicos que caerán
sobre el mundo y los que no hayan sido salvos (1Cor.11:31, 32). ¡Gracias,
Jesús, por haber recibido el castigo en lugar nuestro!
MAC
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