Cada
vez que una nueva alma nace al Reino de Dios, es casi como el nacimiento de una
criatura. Aunque a veces el alumbramiento acarree dolor, ¡ese dolor luego se
olvida ante el gozo de que una nueva alma haya nacido en el mundo! ¡Y ese mismo
gozo, solo que mayor, es el que se experimenta cuando un nuevo espíritu nace en
el Reino de Dios! Una sola alma salvada hace que todo el Cielo se regocije, y
es retribución suficiente a todos los esfuerzos y sacrificios, y a las pocas
dificultades o tribulaciones que podamos sufrir.
¡Todo
el Cielo se regocija y se regocijan más los ángeles por una oveja perdida que
es hallada, por cada alma salvada, que por las noventa y nueve, por todas las
demás que ya están salvadas y rescatadas! (Luc.15:7)
¡Si
los ángeles del Cielo se regocijan por cada alma que se salva, sin duda se
regocijarán también por nuestra obediencia a Dios y nuestro servicio al Señor!
¿Brincarán de gozo los Cielos y los ángeles de Dios por tu fidelidad y tu
diligencia en el servicio al Señor, por tu generosa entrega, cuando llegue tu
hora de recompensa y reconocimiento?
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