Y ni yo, sí, yo, a quien llamáis vuestro rey, soy mejor de lo que sois vosotros, porque soy del polvo también. Y veis que he envejecido, y que estoy para entregar esta forma mortal a su madre tierra.
Por tanto, como os dije que os había servido, andando con la conciencia limpia delante de Dios, así en esta ocasión os he hecho congregar, a fin de que se me halle sin culpa, y vuestra sangre no sea sobre mí cuando comparezca para que Dios me juzgue por las cosas que me ha mandado concerniente a vosotros.
Y ahora bien, hermanos míos, quisiera que obraseis como lo habéis hecho hasta ahora. Así como habéis guardado mis mandamientos y también los de mi padre, y habéis prosperado, y se os ha librado de caer en manos de vuestros enemigos, de igual manera, si guardáis los mandamientos de mi hijo, o sea, los mandamientos de Dios que él os comunicará, prosperaréis en la tierra, y vuestros enemigos no tendrán poder sobre vosotros.
Mas cuidaos, ¡oh pueblo mío!, no sea que surjan contenciones entre vosotros, y optéis por obedecer al espíritu malo, del cual habló mi padre Mosíah.
Porque he aquí, se ha decretado un ¡ay! para aquel que quiera obedecer ese espíritu; pues si opta por obedecerlo, y permanece y muere en sus pecados, bebe condenación para su propia alma; porque recibe como salario un castigo eterno, por haber violado la ley de Dios contra su propio conocimiento.
Os digo que no hay ninguno de entre vosotros, salvo vuestros niños pequeños que no han sido instruidos en cuanto a estas cosas, que no sepa que estáis eternamente en deuda con vuestro Padre Celestial de entregarle todo lo que tenéis y sois; y además que no haya sido instruido concerniente a los anales que contienen las profecías que han sido declaradas por los santos profetas, aun hasta la época en que nuestro padre Lehi salió de Jerusalén