martes, 18 de diciembre de 2012

LA TENTACIÓN LA CAPACIDAD DE ESCOGER EL BIEN EN LUGAR DEL MAL.

La tentación es una prueba de la capacidad de las personas de escoger el bien en lugar del mal. Es una incitación para pecar y seguir a Satanás en lugar de a Dios. Parte de la experiencia de esta vida es aprender a vencer la tentación y escoger el bien sobre el mal. La revelación moderna nos indica que Satanás no tiene el poder de tentar a los niños pequeños hasta que comienzan a ser responsables de sus actos (véase D. y C. 29:47).

Desde la caída de Adán y Eva, la gente ha tenido la inclinación de dejarse llevar por los deseos del mundo y sucumbirse ante los apetitos y las pasiones. Esta vida ha sido dada como un tiempo en el cual los hijos de Dios puedan aprender a utilizar su albedrío para vencer la tentación y escoger seguir a Jesucristo por su propia voluntad.
Los últimos días en los que vivimos son particularmente “tiempos peligrosos” (2 Timoteo 3:1). La influencia del adversario es extensa y seductora. Satanás trata de engañarnos y de hacer que el pecado parezca algo atrayente. Pero cada uno de nosotros puede derrotar a Satanás y vencer las tentaciones. Todas las personas tienen el don del albedrío—la facultad de escoger el bien en lugar del mal. Quienes se humillen ante Dios y oren continuamente para fortalecerse “no [serán] tentados más de lo que [puedan] resistir” (Alma 13:28). Al obedecer los mandamientos voluntariamente, nuestro Padre Celestial los fortalecerá para que resistan la tentación.
Los siguientes consejos ayudan a vencer la tentación:

Centrar su vida en el Salvador. El profeta Helamán aconsejó a sus hijos: “Recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, donde debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos, sí, sus dardos en el torbellino, sí, cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros al abismo de miseria y angustia sin fin, a causa de la roca sobre la cual estáis edificados, que es un fundamento seguro, un fundamento sobre el cual, si los hombres edifican, no caerán” (Helamán 5:12).
Orar para pedir fortaleza. Cuando el Salvador resucitado se apareció a los nefitas, enseñó a la multitud: “Debéis velar y orar siempre, no sea que entréis en tentación; porque Satanás desea poseeros para zarandearos como a trigo. Por tanto, siempre debéis orar al Padre en mi nombre” (3 Nefi 18:18-19). En los últimos días, Él ha dado un consejo similar: “Ora siempre para que salgas triunfante; sí, para que venzas a Satanás y te libres de las manos de los siervos de Satanás que apoyan su obra” (D. y C. 10:5).
Estudiar diariamente las Escrituras. Nefi enseñó que: “Quienes escucharan la palabra de Dios y se aferraran a ella, no perecerían jamás; ni los vencerían las tentaciones ni los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24; véase también Helamán 3:29–30).
Llenar su vida de bondad. Si nuestra vida está llena de cosas buenas, no habrá espacio para hacer el mal.
Evitar los lugares y las situaciones de tentación. Evitar lugares o situaciones en los que probablemente existan tentaciones. Además, se debe evitar el material inapropiado que hay en las revistas, en los libros, en la televisión, en el cine, en la música y en internet.
Esforzarse por ejercer una buena influencia en los demás. Como discípulo de Cristo en estos últimos días, se puede estar en el mundo sin ser “del mundo” (véase Juan 17:14–18). Deben influir en otras personas para que vivan una vida buena y sana; al dar ejemplo de rectitud, ser buen amigo, prestar servicio en la comunidad y, cuando sea apropiado hacerlo, dejar que se escuche nuestra voz en defensa de los valores morales.
Nunca dudar en tomar la decisión de resistir la tentación. El Salvador “sufrió tentaciones pero no hizo caso de ellas” (D. y C. 20:22). Cuando Satanás tentó a Jesús en el desierto, el Señor nunca flaqueó. Su respuesta fue inmediata y firme: “Vete de mí, Satanás” (Lucas 4:8). Santiago aconsejó: “resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros” (Santiago 4:7–8).


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