jueves, 6 de diciembre de 2012

. BUSQUEMOS SIEMPRE EL VENCER LA TENTACIÓN


Cada vez que venzamos una primera tentación, la segunda que viniera no tendrá tantas posibilidades de éxito, ya que estaremos mucho más fortalecidos.
Estando verdaderamente en Cristo Jesús, el poder de la tentación será cada vez menor, en la medida en que prefiramos el agradar a Dios, antes que agradar a nuestra carne.
Es una elección. Es nuestra elección.
Sabiendo también que en Cristo Jesús, nos debemos considerar muertos al pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro (Romanos 6: 11), teniendo la inefable promesa escrita que dice:
“Porque el pecado no se enseñoreará de vosotros; pues no estáis bajo la ley, sino bajo la gracia” (Romanos 6: 14)

Como pasos seguros a seguir, contemplamos los siguientes:
  • Admitamos que como seres caídos, aún y habiendo nacido de nuevo, tenemos propensión al mal (Ro. 7: 18ss; 8: 1, 2).
  • Reconozcamos que esa tentación contiene un factor más o menos grande de atracción. Seamos honestos.
  • Reconozcamos que no podremos escapar del tentador en nuestras solas fuerzas; necesitamos la gracia de Dios.
  • Creamos que tenemos la gracia de Dios.
  • No menospreciemos el poder del maligno para seducirnos, pero temamos a Dios, no al diablo.
  • Renunciemos a hacer lo que nos sería deseable en ese momento, llevados por el impulso de la carne (emociones, sentimientos, inclinaciones, etc.). Esa renuncia a veces cuesta un gran esfuerzo (sobre todo si hay adicción por el medio)
  • Declaremos abierta y verazmente que el motivo de esa tentación es malo y nos puede llevar a pecar si lo hacemos. Es decir, confesemos la verdad, y poniendo a la luz lo que intenta moverse en tinieblas (1 Juan 1: 5-10).
  • Entendamos que por ese pecado, Jesús fue a la cruz, para librarnos del mismo y de sus consecuencias mortales (Ro. 3: 22ss).
  • Busquemos el renovar nuestra mente, llenando nuestra mente de las cosas que son agradables a Dios. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Romanos 12: 1, 2)
  • Vigilemos lo que nuestros ojos ven y nuestros oídos oyen. Escapando de todas las situaciones de peligro. No es de cobardes huir de la tentación, sino de valientes y prudentes (1 Co. 6: 18).
  • Conozcamos nuestros límites.
  • Limpiémonos de toda contaminación de la carne (concupiscencia) y de espíritu (espíritus inmundos) que obran en nuestro interior: “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2 Corintios 7: 1). Esto último es un proceso de vida.

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