miércoles, 4 de julio de 2012

GRACIAS A DIOS POR EL ACEITE DE SU ESPÍRITU, QUE HACE ANDAR TODO SUAVEMENTE Y SIN FRICCIONES!



No hay cosa mecánica que funcione sin algún tipo de aceite o lubricación. Cuando las piezas móviles se rozan, se crea cierta fricción. La fricción genera calor, el calor origina fuego y el fuego hace que las piezas de la maquinaria se quemen, ¡que se consuman! ¡Pero el aceite que se derrama sobre las piezas de un mecanismo que rechina, se queja, gruñe y chirría, hace que esa parte del mecanismo se suavice y comience a funcionar sin quejas!
Nuestros espíritus, al igual que las máquinas, necesitan limpieza y aceite: ¡el lavamiento del agua pura de la Palabra, el aceite del amor y la paciencia del Espíritu Santo! ¡Sin el aceite del Espíritu Santo nos oxidaríamos o nos echaríamos a perder, o la fricción nos recalentaría, disminuiría nuestra velocidad o nos detendría! ¡Sin mantenimiento y lubricación adecuados, pronto nos volveríamos inútiles y Dios nos desecharía como chatarra!
Pero gracias a Dios, el aceite del Espíritu Santo lo lubrica todo: ¡nuestra cabeza, corazón y lengua, e incluso nuestros pies, para que vayamos a predicar el Evangelio! ¡Él vierte el Espíritu Santo y nos llena de arriba abajo cubriendo hasta la última pieza! ¡Gracias, Jesús! (Hechos 2:17,18)

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