"El Señor
nos ha dado a todos parte de su autoridad, como poseedores que somos de ese
sacerdocio, pero
Podemos
reclamar los poderes de los cielos sólo sí nos basamos en nuestra rectitud
personal. Para que el poder del sacerdocio sea entonces realmente ejecutado en
una familia, se requiere la rectitud de sus hombres y jóvenes. Llamamos
la atención de todos los poseedores del sacerdocio al
hecho de que la relación existente con nuestras esposas, madres y hermanas es
tal, que debemos estar en condiciones de arrodillarnos juntos, ya sea en los
altares del templo o en nuestros propios hogares, y de servir juntos, uno junto
al otro, en una hermosa asociación"
(Spencer W.
Kimball).
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