Del Quórum de los Doce Apóstoles
Los poseedores del sacerdocio, sean jóvenes o mayores, necesitan tanto la
autoridad como el poder, el permiso necesario y la capacidad espiritual para
representar a Dios en la obra de salvación.
Mis queridos hermanos, me siento
agradecido de que podamos adorar juntos como un enorme cuerpo de poseedores del
sacerdocio. Los quiero y los admiro por su dignidad y la influencia para bien
que ejercen en el mundo.
Invito a cada uno a pensar en cómo
contestarían la siguiente pregunta que el presidente David O. McKay
planteó a los miembros de la Iglesia hace muchos años: “Si en este momento se
le pidiese a cada uno de ustedes que declarara en una oración o una frase cuál
es la característica más distintiva de La Iglesia de Jesucristo de los Santos
de los Últimos Días, ¿cuál sería su respuesta?” (“The Mission of the Church
and Its Members”, Improvement Era, noviembre de
1956, pág. 781).
La respuesta que dio el presidente McKay
a su propia pregunta fue: la “autoridad divina” del sacerdocio. La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los Últimos Días se diferencia de las iglesias que
dicen tener autoridad derivada de la sucesión histórica, de las Escrituras o de
la formación teológica. Hacemos la declaración distintiva de que la autoridad
del sacerdocio ha sido conferida al profeta José Smith directamente de
mensajeros celestiales por la imposición de manos.
Mi mensaje se centra en este sacerdocio
divino y en los poderes del cielo. Ruego de todo corazón que el Espíritu del
Señor me ayude a medida que aprendamos juntos en cuanto a estas verdades
importantes.