lunes, 17 de septiembre de 2012

JESUCRISTO VOLVERÁ.


Y aconteció que después que Alma les hubo hablado estas palabras, se sentó en el suelo, y  Amulek se levantó y empezó a instruirlos, diciendo:
Hermanos míos, me parece imposible que ignoréis las cosas que se han hablado concernientes a la venida de Cristo, de quien nosotros enseñamos que es el Hijo de Dios; sí, yo sé que se os enseñaron ampliamente estas cosas antes de vuestra disensión de entre nosotros.
Y como le habéis pedido a mí amado hermano que os haga saber lo que debéis hacer, a causa de vuestras aflicciones; y él os ha dicho algo para preparar vuestras mentes; sí, y os ha exhortado a que tengáis fe y paciencia;
sí,  a que tengáis la fe suficiente para plantar la palabra en vuestros corazones, para que probéis el experimento de su bondad.
 Y hemos visto que el gran interrogante que ocupa vuestras mentes es si la palabra está en el Hijo de Dios, o si no ha de haber Cristo.
 Y también habéis visto que mi hermano os ha comprobado muchas veces, que la apalabra está en Cristo para la salvación.
Mi hermano ha recurrido a las palabras de Zenós, de que la redención viene por medio del Hijo de Dios; y también a las palabras de Zenoc; y también se ha referido a Moisés, para probar que estas cosas son verdaderas.
 Y he aquí, ahora yo os testificaré de mí mismo que estas cosas son verdaderas. He aquí, os digo que yo sé que Cristo vendrá entre los hijos de los hombres para tomar sobre sí las transgresiones de su pueblo, y que expiará los pecados del mundo, porque el Señor Dios lo ha dicho.
Porque es necesario que se realice una  expiación; pues según el gran  plan del Dios Eterno, debe efectuarse una expiación, o de lo contrario, todo el género humano inevitablemente debe perecer; sí, todos se han endurecido; sí, todos han  caído y están perdidos, y, de no ser por la expiación que es necesario que se haga, deben perecer.
Porque es preciso que haya un gran y postrer  sacrificio; sí, no un sacrificio de hombre, ni de bestia, ni de ningún género de ave; pues no será un sacrificio humano, sino debe ser un  sacrificio infinito y eterno.
Y no hay hombre alguno que sacrifique su propia sangre, la cual expíe los pecados de otro. Y si un hombre mata, he aquí, ¿tomará nuestra ley, que es  justa, la vida de su hermano? Os digo que no.

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