Del mismo modo, los misioneros hoy día tienen la necesidad de distinguir entre lo que ellos mismos hacen y lo que han podido hacer gracias a las bendiciones del Señor. La persona que se vanagloria en su Dios adjudica toda la gloria a Su santo nombre.
"No tenemos ocasión de envanecernos en el orgullo de nuestro corazón en relación a la posición que ocupamos. Si el Presidente de la Iglesia o cualquiera de sus consejeros, o los apóstoles, o cualquier otra persona siente en su corazón que Dios no puede actuar sin ella, y que es especialmente importante para que se pueda efectuar la obra del Señor, esta parado en terreno resbaladizo. Oí una vez que José Smith relató que Oliverio Cowdery, quien fue el segundo apóstol de esta Iglesia, le había dicho: 'Si yo abandono esta Iglesia, se derrumbará'.
"Entonces José le dijo: 'Oliverio, prueba'. Oliverio lo hizo, y él cayó; pero el reino de Dios no. He conocido a otros apóstoles en mis tiempos que sintieron que el Señor no podía actuar sin ellos; pero el Señor siguió adelante con Su obra sin necesidad de la colaboración de ellos. Yo les digo a todos los hombres—judíos y gentiles, grandes y pequeños, ricos y pobres—que el Señor Todopoderoso tiene poder en sí mismo, y no depende de ningún hombre para efectuar su obra; pero cuando Dios llama a los hombres para hacerla, ellos deben confiar en El." (G. Homer Durham, comp., Discourses of Wilford Woodruff, págs. 123-124.)
Alma 26:10-12
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